miércoles, 22 de enero de 2014

Reflexión

Muchos de nosotros hemos nacido en un mundo fundamentalmente audiovisual en el que la televisión ha sido nuestro ecosistema, nuestro medio ambiente. A pocas cosas, quizás a ninguna, le hemos dedicado tanto tiempo, tanta atención, tanto interés.


El cine ofrece una posibilidad de superar el aislamiento y las limitaciones en las que se desenvuelven la vida de muchos niños actuales, abriéndoles una ventana a otros mundos reales o imaginados. 

El cine le da al educador la oportunidad de preparar a los niños y a los jóvenes para el mundo en el que han de vivir; de hacer presente en la educación casi todo lo que existe en ese mundo a través de su representación cinematográfica; de servirse del cine para abordar de una forma viva la educación en valores; y, sobre todo, de aprovechar el cine, por su conexión con la emoción, con el sentimiento, con la belleza, con el arte, para no olvidar que la educación ha de ser integral, que la meta de la educación es la persona total, como un todo en el que se integran todas sus facetas.

El cine está demostrando ser un excelente medio para la formación en valores. A través de él se hacen presentes valores y contravalores a través de toda una visión del mundo. Los conflictos que se proyectan en la pantalla y se resuelven de un determinado modo, son enseñanzas de la vida y para la vida, permiten el análisis crítico de los valores y contravalores que los determinan, e incluso facilitan el cambio de actitudes.

Por esto y por muchos más, el cine es un importante recurso didáctico con el que, si sabemos utilizarlo, podemos poner en práctica algo novedoso, como es esta actividad. 


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