No volvíamos a entender lo que había pasado.
-¿Quizás culpa mía?- pensé. Pensábamos que la problemática a este problema era la duración de la película del patito feo. A lo mejor se les hacía muy pedante y larga, pero se suponía que la Peppa Pig les gusta a todos los niños... ¡Uff! Cuantos pensamientos rondaban mi cabeza.
Al día siguiente y como todos, cuando llegué estaban todos tomándose el café "mañanero" en la sala pero hoy el tema de charla no eran temas comunes como el tiempo o las noticias que anunciaron el telediario anoche, sino lo ocurrido en el día de ayer.
Me quedé parada ante la puerta, que estaba encajada, porque escuché a varios como hablaban de mi. Decían que quizá era culpa mía, que no sabía abordar los problemas como éste, que a lo mejor me falta muchísima más práctica... Pero Rosa salió en mi defensa negando todo lo que se había dicho. Me daba mucho reparo entrar en la sala y actuar como si nada hubiese pasado.
Me salí del edificio e hice tiempo para llegar tarde a "trabajar". En el aula estaba Rosa con los niños. Gracias a ellos, todos los problemas de mi mente desaparecen haciendo que me evada de éstos durante las horas que estoy con ellos.
Rosa me preguntó que como estaba al mismo tiempo que me decía que no se iba a dar por vencida. La idea que le propuse le fascinó (si os digo que no es una mujer terca os engaño, je). Piensa que determinados tipos de cine contienen un gran trasfondo pedagógico y que eso puede ayudar a los niños a su desenvolvimiento en la sociedad. Me decía también que los chic@s podían verse reflejado en algún personaje del film aportando muchas mejorías para ellos...
La idea me asustaba.
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