lunes, 20 de enero de 2014

Cuando llegué a la mañana siguiente, Rosa, entusiasmada cual niño con juguete nuevo, me propuso una idea. Me desconcertó un poco porque me daba mucho pudor que no saliese tal y como ella había planeado.

-El cine es un arte. Transmite emociones, es creativo, ilusiona, conmueve, emociona... El cine puede ser un buen recurso. Si aprendemos a utilizarlo convenientemente, se convierte en un instrumento formativo. Si los niños aprenden a interpretar las historias que ven en la pantalla, está aprendiendo a interpretar la vida.
Ante sus palabras, yo me quedé anonadada. La seriedad de sus palabras iba creciendo por momentos.

-El cine como recurso audiovisual - continúa - tiene un gran poder motivador. Como estrategia didáctica ayuda a pensar, sentir, consolida conocimientos y genera actitudes.
Poco a poco, me fue convenciendo de volverlo a intentar. ¿Por qué no? Su propuesta me resultaba fantástica.

Se proponía crear un taller de cine con los niños. Pensaba que los valores que queríamos inculcarles a los niñ@os con los films, podíamos inculcárselos con la participación de ellos. Afirmaba que los niños al verse reflejados en la  pantalla, no mostrarían esa actitud, ni reaccionarían de esa manera.
Yo no le podía decir que no, así que nos pusimos manos a la obra.


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