Cuando llegué, me recibieron con un cálido abrazo. Un abrazo que me decía "¡tranquilízate que lo vas a hacer bien!"
Nos tomamos tomamos un café todos juntos en la sala de estar. Allí conocí a todo el equipo, a cada cual más amable.
Rosa, que digamos que era mi maestra de prácticas, me enseñó todo el recinto, todas las habitaciones, todo los materiales... Rondaba la calma y el silencio a escasos diez minutos de las nueve. Diez minutos antes de que es@s muchachit@s inundasen el centro de alegría, ganas de aprender, vitalidad...
Acompañé a Rosa durante toda la mañana. Tenía una clase de un total de diez niños. Un grupo muy reducido de entre seis y ocho años. Había niños con trastornos específicos como la lectura, escritura o matemáticas y otros con síndrome de Down o aspergen.
En este primer día observe
y comprendí que como maestra, educadora, orientadora de niños pequeños se debe tener mucho sentido de responsabilidad. Se debe tener paciencia en el cuidado y en el manejo
de los niños. La maestra debe mostrar en el aula seguridad y
tener su perfil claro y especificado ante los alumnos, para
que así el trabajo que se desee realizar sea claro y organizado
ademas de ser muy recursiva y creativa para desarrollar con
ellos actividades lúdicas donde involucren el aprendizaje
y sea este más significativo.